Resulta clave la participación del médico especialista en hemoterapia para garantizar la eficacia de los tratamientos y minimizar los riesgos para el paciente.
El PRP es un material biológico autólogo, es decir, que se obtiene de la misma sangre del paciente, luego de una extracción por una punción venosa. A partir de esa muestra, la procesa para separar los distintos componentes de la sangre (glóbulos blancos, rojos, plaquetas, plasma) por centrifugación. Una porción del centrifugado contiene plasma rico en plaquetas, que son las células que participan en la coagulación. «Tradicionalmente se lo utiliza con fines hemostáticos, para prevenir hemorragias pero también tiene otra función que son los fines regenerativos ya que las plaquetas liberan moléculas que se llaman ‘factores de crecimiento’ que promueven la migración y división celular», detalló Julia Etulaín, bióloga, doctora en hematología, investigadora en IMEX-CONICET, Academia Nacional de Medicina.
Estos factores tienen el potencial de estimular la respuesta regenerativa de los tejidos dañados. Por esta razón, de acuerdo a la experta, se lo utiliza en distintas especialidades clínicas como la dermatología, odontología o en traumatología para reparar tejidos.
De acuerdo con los especialistas del Grupo de Trabajo de la AAHITC, este tratamiento innovador es considerado una auto-transfusión y, como tal, requiere condiciones mínimas de bioseguridad, tanto para su preparación como para su aplicación. «Como primera medida el procedimiento debe ser realizado por un médico especialista en medicina transfusional o bien un Técnico en hemoterapia, supervisado por éste», explican.
Tanto la extracción de sangre, como su procesamiento y la consecuente obtención de hemocomponentes deben ser realizados únicamente en establecimientos incluidos en alguna de las categorías que la Ley Nacional de Sangre habilita para el manejo de sangre humana, regulados por la autoridad sanitaria correspondiente.